miércoles, 15 de agosto de 2012

La Asunción de María


La Asunción de María a la gloria de Dios es el primer efecto de la resurrección de Cristo para los cristianos. Si con la resurrección de Cristo han quedado abiertos los cielos para recibir a cuantos creen y siguen al Hijo de Dios, con la Asunción de María queda claro el proyecto final de Dios quien invita a todos a participar de su gloria.
En la tradición primitiva, la Asunción de María fue unida a su muerte, o mejor dicho, a su "Dormición", como se le llamaba en el Oriente cristiano. No se le consideró premio a una vida cristiana plena, sino cumplimiento de la Escritura y de las promesas que Dios mismo había hecho a través de sus profetas. Así pues, la Asunción de María:
- continuaba el modelo de otras "asunciones" o raptos celestes de varios elegidos de Dios: el patriarca Henoc, el profeta Elías y el misterioso Siervo de Yahvé;
- confirmaba el tema de la elevación y resurgimiento del pueblo como sugería el profeta Ezequiel al hablar de Israel en exilio con la imagen de los huesos que vuelven a la vida (37,1-14);
- evocaba el rescate del sheól o del mundo de los muertos, como se prometía a los piadosos (Salmo 16,9);
- y reflejaba la nueva vida que tendrían quienes respondían a Dios con fidelidad.
La Iglesia propone ahora a los fieles la asunción de la nueva Eva, seguidora de Cristo en su evangelio y primicia de la resurrección o nueva vida, camino necesario y único hacia la gloria del Padre. Lo que el Señor ha dado a su madre María es un avance de lo que nos va a dar… de serle fieles como ella.
En un cuadro deslumbrante, Apocalipsis presenta una imagen de la Iglesia: una mujer encinta aparece de repente; un dragón la acecha para destruir a su criatura, en cuanto nazca; llega el recién nacido, es rescatado del perseguidor y llevado hasta la gloria (12); y, mientras la mujer escapa al desierto, se cantan los triunfos de Dios y de su Mesías. Bajo el aspecto creyente, el nacimiento de alguien es como una luz para la tierra y una victoria sobre la muerte, impotencia y maldad humanas (Génesis 3,14; Is 7,14; Miqueas 5,2), que prefieren cadáveres más que infantes, esperanza y futuro (primera lectura).
Pablo anuncia la resurrección, ¡la otra vida! Por un tiempo, la muerte dominará entre los mortales, pero su fin se acerca: Cristo ha sido arrancado ya a su poder y, a continuación, comenzará la liberación de sus seguidores. Una imagen del apóstol es todavía más clara: Adán trajo la muerte; Cristo, en cambio, aporta la vida (segunda lectura).
En el evangelio se ofrece un cuadro de lo que quiere decir la resurrección de Jesús ya en este mundo: María es la bendita de Dios, su cantora por excelencia y apóstol de la alegría de los humildes. No dice que es poca cosa ante Dios, sino que es su sierva, persona de confianza para Dios. María rechaza la conducta de quien "se humilla de más" y, de ese modo, rebaja la obra de Dios. En el evangelio, en cambio, María anuncia que cuanto ella es y tiene viene de Él, es signo para los demás, significa elección, cariño, misión y futuro adelantado. Es bueno callar a tiempo... no ahora que hay mucho por contar (evangelio).
El mensaje de la Asunción de María a la gloria del Padre es la esperanza de lo que está por llegar: con su Magníficat (evangelio), ella es la primera criatura (después de su hijo) en participar de la resurrección (segunda lectura); y en su feminidad y maternidad evoca la efectividad y realidad de la salvación (primera lectura), obra de Dios y no simple fruto del esfuerzo, aspiración y conquista humanas.

"¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres virgen convertida en Iglesia, y elegida por el santísimo  Padre celestial, consagrada por Él con su santísimo y amado Hijo y el Espíritu Santo! "(San Francisco de Asís)

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