domingo, 31 de marzo de 2013

La Virgen María en la Resurrección de Cristo


En la fe pascual de María vemos que Dios conduce la historia hacia una plenitud de vida y de resurrección, a pesar de los síntomas de retroceso y muerte que pueden observarse.

Aunque los Evangelios no mencionan a María en ninguno de los episodios pascuales, el acontecimiento central de nuestra redención fue para ella tan luminoso e iluminador como para los demás testigos. María comprendió a la luz de la Resurrección todo el alcance de los acontecimientos precedentes.

Durante los días de Pascua, la Iglesia la recuerda sustituyendo la oración del Angelus por aquella antífona más propia que la saluda así:«Reina del cielo, alégrate, porque el Señor verdaderamente resucitó».

Aunque personas cercanas a ella, como el discípulo Juan, con quien fue a vivir después de la muerte de Jesús, son testigos explícitos del Resucitado, una vez más en los textos bíblicos se guarda silencio respecto de María.

A la hora de buscar explicaciones para una omisión tan notoria, no se puede ignorar esa calidad creyente que María exhibe desde el comienzo y a lo largo de todo el Evangelio. Mientras otros titubean a la hora de optar por Jesús, María ha otorgado su sí de una vez para siempre.

Estaba tan identificada con Jesús que, para creer en Él y afirmar su Resurrección, no necesitaba de una demostración especifica al estilo de las que se reservan a los apóstoles, los cuales llegan gradualmente y a lo largo de muchas dificultades hasta la afirmación de que Jesús es el gran viviente. La comunicación íntima entre María y su Hijo, el Resucitado, parece que se da por supuesta.

Podemos dar por sentado que María, la madre de Jesús, la compañera constante de su hijo desde el comienzo hasta el final de su éxodo, la humilde sierva del Señor tan hondamente introducida en el misterio de la salvación, a través de Jesús y por la misma acción del Espíritu Santo, no tuvo las mismas dudas ni experimentó las mismas dificultades que Pedro, Tomás, María Magdalena, los discípulos de Emaús y otros.

Ella, nuestra madre espiritual, es el prototipo de la fe pascual de toda la Iglesia. Absolutamente identificada con la pasión y muerte de Jesús, lo esta también con su Resurrección.

Por lo anterior, mientras más cerca permanezcamos junto a María al pie de la cruz, mayor será también nuestra participación en el gozo pascual de María y nuestra fidelidad al camino trazado por ella, el camino hacia la plenitud de la fe.

La plenitud de la fe fue para María el principal fruto de la resurrección. Sólo después de este acontecimiento le fue dado resolver esa madeja de misterios que antes había vivido desconcertadamente, aunque siempre inclinada hacia Dios en actitud de acatamiento y obediencia. Finalmente, a la luz del clima postpascual, María fue ubicando cada instante de su existencia y la de su hijo en un esquema general de lógica divina.

Aunque los evangelistas, quienes también escribieron a la misma luz, le adelantaron al momento de la Anunciación esa claridad absolutamente diáfana, lo cierto es que una evidencia tal sólo pudo adquirirla con la venida del Espíritu en Pentecostés.

La Resurrección del Señor tiene para nosotros las mismas consecuencias que para la Virgen. Como María, sabemos que, más allá de la cruz y de la muerte, está la vida y la restauración. A pesar de muchos retrocesos y contradicciones, Dios tiene un proyecto regenerador a gran escala. Frente a la totalidad esta la libertad, y frente a la muerte siempre está la vida.

Pidamos al Señor, que seamos como ella: pregoneros de luz y anuncios vivos de alegría pascual. Que no nos desoriente el aparente avance de la muerte, ni nos venza el pesimismo
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jueves, 28 de marzo de 2013

Jueves Santo


La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.
En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.
San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.
La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).
Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).
De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).
Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".
En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.
Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.
Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.
Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.
Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).
Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.

viernes, 22 de marzo de 2013

¡¡Ánimo, ya falta poco para la Resurrección!!


De tanto perder aprendí a ganar; 

De tanto llorar se me dibujo ésta sonrisa; 

Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. 

Toqué tantas veces fondo que cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré. 

Me asombro tanto como es el ser humano, que aprendí a ser yo MISM@. 

Tuve que sentir la soledad para aprender a acompañarme, 

Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a esperar que me pidan ayuda.

Hago solo lo que debo, de la mejor forma que puedo y los demás que hagan lo que quieran. 

Vi tantas liebres correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido. 

¡Eso es vivir!, la vida es bella con sus ir y venir, con sus sabores y sin sabores, aprende a vivir y disfrutar cada detalle, aprende de los errores pero no vivas pensando en ellos, disfruta, de la mano de DIOS todo mejora siempre, y no te esfuerces demasiado que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te lo esperas.

No las busques, ellas te buscan, "LLEGAN" deja que la vida te sorprenda, lo mejor, siempre está por venir!!! 

!Recuerda que no triunfa el inteligente, sino el PERSISTENTE! EL QUE QUIERE PUEDE, EL QUE QUIERE SIGUE Y LA CONSIGUE!!


domingo, 17 de marzo de 2013

C-U-A-R-E-S-M-A, un camino de cambio, crecimiento y entrega.


Entra en tu CUARESMA INTERIOR… y asciende hasta la MONTAÑA DE LA PASCUA.

La Cuaresma es un período hermosísimo que tenemos los cristianos, para acompañar a Jesús en su camino de entrega y de salvación; para nosotros significa por lo tanto

"Cambio" y "Conversión" de "Corazón" se escriben con "C”, de Cuaresma. Te ofrezco, Señor, mis ganas de ser mejor, mi deseo de vivir siempre con un corazón sencillo, abierto, generoso y que imite tus pasos.



La "U" nos habla de “Unidad”, de “Unión”. Te ofrezco, Señor, mi pequeño esfuerzo por ir construyendo poco a poco una familia, una comunidad cristiana, un ambiente, un mundo más unido y el deseo de poner en práctica todos juntos el mensaje de Jesús: “Ámense los unos a los otros” “Ser uno en el Señor”.

Cuaresma tiene la "A" de  “Amistad”, de “Alegría”, de “Amor”. Te ofrezco, Señor, la Amistad auténtica y sincera que solo busca hacer el bien; te ofrezco mis ilusiones, el gozo de sentir que eres mi Maestro y mi guía, que me cuidas, me quieres.

Cuaresma lleva la "R" de “Rezar”. Que mi relación contigo sea frecuente, espontánea, sencilla, amorosa, a través de la oración. Quiero que en estos días mi oración sea más constante y más intensa.

Cuaresma se escribe con "E" de “Esperanza”, de “Entrega”. Quiero comprometerme, Señor, a ayudar a los que a diario están a mi lado, y también a los lejanos; solo así podremos esperar un mundo nuevo y mejor.

Cuaresma se escribe con la "S" de “Silencio”, de “Soledad”, de “Sobriedad”.
En medio de tantos ruidos, de tanta prisa, quiero dedicar, Señor, un tiempo para pensar, para reflexionar y revisar mi  vida como cristiano; en el silencio Tú me hablas y me respondes; necesito retirarme a la soledad para estar atento a Tu paso por mi vida. Te ofrezco el cuidado de la mirada, de mis gestos, de mis acciones, seré ponderado y recatado en mis movimientos.

Cuaresma tiene la  "M" de “Madre”, de “María”. Quiero, Señor, como ella, escuchar atentamente Tu palabra para poder cumplir Tu voluntad.

Cuaresma tiene la “A”, de “Ayuno”, ayunar de críticas, desalientos, tristezas, egoísmo. Te ofrezco, Señor, lo mejor que hay en mi, para agradarte y hacer que te sientas contento conmigo.
Haz para esta Cuaresma un proyecto en que ofrezcas a Jesús un verdadero camino de cambio, crecimiento y entrega, viviendo las virtudes que Cuaresma nos enseña: Conversión, Unidad, Amistad, Rezar, Esperanza, Silencio, María y Ayuno. Abre tu vida a Dios y a los demás.

Cada día puedes esforzarte por vivir cada una de estas letras con la que está compuesta la palabra CUARESMA.


Al mundo le faltan besos, ternura, miradas profundas, apretones sinceros... da CARIÑO.
Hay tanta desunión entre la gente, entre los hermanos, los amigos... Sé, tú, lazo que UNA.
Mucho se habla de amor, pero... ¿Se sienten queridas las personas? Sé, tú, amor de Dios para los más débiles, no dejes de AMAR. 

¿Qué hemos hecho del sentido del humor? Ríe y haz reír, cuenta un chiste, tararea una canción, susurra una sana broma, ofrece siempre una SONRISA.

¿Qué entregar? Es mejor entregarse. Date a los demás: ayuda a llevar la compra a alguien, juega un rato con un niño, escucha, dedica tiempo a acompañar, dialoga, ENTRÉGATE.
La vida es muy complicada, hazla sencilla, llana, transparente, luminosa, sé SENCILLO.
Regalar sonrisas, alegría, vida, entusiasmo, es hacer que el corazón de los demás se sienta feliz. Lleva el MENSAJE  de salvación.

Entrega con naturalidad y sencillez todo lo mucho y bueno que hay en tu interior, APASIÓNATE POR DIOS.

Que esta Cuaresma sea un encuentro real contigo, busca la experiencia personal de Dios, y así le darás sentido a estos días.

sábado, 9 de marzo de 2013

Que mi cuaresma sea...

Ayunar de juzgar a otros y llenarme del Cristo compasivo quien comprende y perdona.
Ayunar de palabras hirientes y llenarme de frases que purifican, animan y consuelan.
Ayunar de descontento y frialdad y llenarme de gratitud.
Ayunar de agresividad y llenarme de paciencia.
Ayunar de pesimismo y llenarme de optimismo.
Ayuna de ansiedades y preocupaciones y llenarme de confianza en Dios y esperanza eterna en Cristo crucificado..
Ayunar de quejas y menosprecios y llenarme de apreciar lo que te rodea.
Ayunar de codicia, avaricia, dinero, materia, ostentación y corrupción y llenarme de espíritu de Dios.
Ayunar de las presiones que no cesan y llenarme de una oración tranquila ante Dios.
Ayunar de sensualidad, placeres y pasiones y llenarme de altruismo, autocontrol y limpieza de mente, cuerpo y corazón.
Ayunar de amargura, represalia, odio y rencor y llenarme de un corazón grande y de perdón.
Ayunar de egoísmo y llenarme de compasión por los demás.
Ayunar de desánimo y desaliento y llenarme de esperanza.
Ayunar de pensamientos de debilidad y llenarme de fortaleza.
Ayunar de todo lo que me separa de Jesús y llenarme de todo lo que me acerca a ÉL.

                 

sábado, 2 de marzo de 2013

Entra en lo más secreto de ti y ora

A Dios le gustan poco las apariencias y los que viven de apariencias. En el cielo no hay salas de maquillaje ni tiendas de trastos para poder aparentar. Las “apariencias” las crea la sociedad de consumo y las ideas falsas que nos hacemos de nosotros mismos cuando nos creemos que somos algo. ¡Qué bien se nos da disimular! Hay maquillajes o disimulos ordinarios: “¡Límpiate, que no te vean que tienes ojeras, o que has llorado, o que tienes el alma por los suelos!”. Y hay otros que nos hacen vivir de manera falsa, doble, al margen de nuestras posibilidades...
Dios “cala” el corazón. Dios está en el secreto, en lo escondido, en lo que se hace con corazón y nadie lo ve, solo los perciben los de mirada de profundidad...
A Dios no le interesa que cambies de aspecto, ni que disimules. A Dios le gustas tal como eres. Si te enfundas disfraces y apariencias nunca aceptarás la realidad, nunca cambiarás ni removerás el corazón...
Dios ve lo escondido. Nada de lo que haces y los otros no ven, se queda sin ver a los ojos de Dios. Tantas veces te quejas de cosas que haces, de detalles que cuidas y que, sin embargo, la persona en quien pensabas no los ve, no los aprecia... Que sepas que nada de lo mejor tuyo pasa desapercibido para Dios. Nada. Los ojos de Dios llegan al secreto del corazón y leen tus y mis secretos. Dios no es Dios de apariencias. 
Dios anda por los secretos de nuestro corazón...