sábado, 24 de noviembre de 2012

Las mil piezas de oro


Un hombre rico fue a ver a un sacerdote y le dijo:
- Quiero dar mil piezas de oro a los pobres, mas no sé a quién. Tome usted el dinero y repártalo como mejor le parezca.
El sacerdote dijo:
- Es mucho dinero; tampoco yo sé a quién dárselo.
El hombre rico respondió:
- Si no sabe usted a quién dar el dinero, Dios lo sabrá; déselo al primer pobre que venga a verle.

En esa misma parroquia vivía un hombre pobre. Tenía muchos hijos y estaba enfermo y no podía trabajar. Un día leyó en los Salmos estas palabras: "Era joven y me he hecho viejo, y no he visto nunca al justo abandonado y a sus hijos pidiendo pan." El pobre pensó:
- ¡A mí en cambio me ha abandonado Dios! Y no he hecho ningún mal a nadie. Iré a ver al sacerdote para preguntarle cómo es posible que en las Escrituras se diga algo que no es cierto.

Y fue a ver al sacerdote. El sacerdote lo vio y se dijo:
- Este es el primer pobre que viene a verme.
Y le dio las mil piezas de oro del hombre rico.