sábado, 16 de febrero de 2013

CUARESMA: UN TIEMPO DE PEREGRINACIÓN HACIA NUESTRO INTERIOR


Con un gesto tan sencillo como es el ponerse un poco de ceniza en nuestra cabeza, hemos comenzado el tiempo de Cuaresma. Tal vez te preguntes ¿qué es la cuaresma y cómo la puedo vivir? Pues bien, la cuaresma es un tiempo que no es otra cosa sino “un tiempo de peregrinación hacia nuestro interior”. Un tiempo para hacer realidad un objetivo que encontramos dentro de nuestro corazón de una forma u otra: VIVIR CONECTADOS, conectándonos con Dios desde nuestro interior.
Santa Teresa de Jesús nos dice a cada uno de nosotros que somos como un castillo, y que dentro de ese castillo hay muchas habitaciones, unas grandes, otras más pequeñas, pero que en el centro podemos encontrar la habitación más importante, que no es otra sino el interior de la persona, nuestro interior, nuestro centro. Ese lugar donde se gesta todo lo bueno que sale de nosotros y que nos hace brillar con luz propia.
Y ¿cómo podemos entrar dentro de nuestro castillo? ¿Cómo podemos acceder a esa habitación tan importante para conectarnos con Dios? La respuesta nos la ofrece la propia Santa Teresa de Jesús: la puerta para entrar en el castillo es la ORACIÓN. Ante la falta de silencio interior, de confianza, la oración nos ayuda a profundizar en nuestra amistad con Cristo para conocerle más y amarle más. Para ponernos en camino con Él y hacia Él.
Por eso, el tiempo de CUARESMA es también un camino, un continuo deseo de transformación, de cambio, un anhelo de parecernos un poco más a Cristo. Por eso es necesario que cambiemos una serie de actitudes que nos impiden alcanzar ese fin. Y Teresa de Jesús nos ofrece tres soluciones:
Si creemos que somos los mejores y que todo lo hacemos bien. Si vemos que en nuestra vida hay arrogancia, egoísmo, ira, soberbia; la HUMILDAD que es la mejor forma para caminar por la vida.
Si estamos cansados de ver tanta gente desamparada o sola. De ver nuestro corazón roto por el egoísmo, la envidia, la intolerancia o la maldad; el AMOR y la CARIDAD que dan valor a todas las cosas que hacemos.
Y si no podemos caminar por el peso de tantas torpezas como podemos tener en el corazón y que son como cadenas; el DESASIMIENTO O LIBERTAD que nos hace tener un corazón abierto y generoso para acoger a Dios y a nuestros semejantes.
¡Feliz CAMINO HACIA LA PASCUA !
                                                                       Fr. David Alarcón. OCD

miércoles, 13 de febrero de 2013


                 


La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.


Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

  • “Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”

  • “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

  • “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.


  • Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

    En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse. 

    En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al comenzar los 40 días de penitencia y conversión.
    Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada. 


    También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno. 

    La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

    Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios


    jueves, 7 de febrero de 2013

                         
    En esta entrada vamos a hablar de la vocación. Se entiende por vocación la llamada de Dios para realizar una tarea que abarca la vida entera. La vocación es un don inmerecido que Dios da y que hay que agradecer con frecuencia. La vocación es el ciento por uno, el tesoro escondido que vale más que todas las cosas de este mundo, el Amor con mayúsculas por el que vale la pena dejarlo todo. Con nuestra entrega no le hacemos ningún favor a Dios. 
    Dios nos llama una a una, uno a uno, personalmente, por nuestro nombre
    Dios no nos llama a granel, sino de un modo personalizado: desea que seamos todos santos, felices en esta tierra y en el Cielo, unidos a la Cruz de Cristo, recorriendo el camino irrepetible de cada uno 
    La vocación, por tanto, es al mismo tiempo comunitaria (todos tenemos vocación) y personal (yo tengo mi vocación, una vocación singular). No hay ninguna existencia dejada al azar, olvidada o sometida a un destino ciego. 
    Todos somos enviados por Dios. Todos tenemos una misión específica en la tarea de la Corredención.
    Dios propone un plan a cada hombre, pero no se lo impone: la libertad del hombre, al aceptar el plan divino, se conjuga misteriosamente con la gracia de Dios. De ese modo, el hombre acaba fortaleciendo y configurando su propia vocación:
    Cada persona es un misterio único de amor y de vocación:
    “Todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío” (Catecismo de la Iglesia Católica, 864).
    “Hermanos, poned el mayor esmero en fortalecer vuestra vocación y elección” (2 Pedro, 1.10).

    Y ahora como ejemplo tomaremos la vocación de nuestra Capitana:
                   
                          

    sábado, 2 de febrero de 2013

    ¿Somos tazas vacías?

    En la figura de la Virgen María, tenemos el modelo de ser testigo e ilumina nuestro modo de ser cristiano.

    Si pensamos en una taza y queremos llenarla es evidente que para ello tiene que estar vacía.

    En nuestra relación con los demás estamos llenos de nuestros problemas, preocupaciones, o incluso diversiones…, es imposible que acojamos a los otros porque cuando nos hablan no tenemos espacio libre, estamos llenos de nosotros mismos. Seguro que todos nosotros hemos experimentado alguna vez el gozo de encontrarnos con personas que nos escuchan, nos acogen y nos dan confianza. Sin apenas darnos cuenta nos comunicamos. ¡Qué poco abundan y qué felices nos hacen! Son personas con la taza vacía.

    Como María, la que guardaba las cosas en su corazón. Siempre dispuesta a acoger, para llenarse de Dios y de los demás. En María descubrimos como debe ser la comunicación con Dios.

    María dijo sí, sin pensárselo dos veces. Puso su vida al servicio de Dios aceptando su voluntad. María dejó todo y se fue a ayudar a Isabel cuando hubiese sido más fácil reclamar ser el centro de atención. María está dispuesta a echar una mano, a ayudar a los demás, a estar ahí…