¡Virgen,
Madre de mi Dios,
haz que yo sea
todo tuyo!
Tuyo en la vida,
tuyo en la muerte,
tuyo en el sufrimiento,
tuyo en el miedo
y en la miseria,
tuyo en la cruz
y en el doloroso
desaliento,
tuyo en el tiempo
y en la eternidad.
Virgen,
Madre de mi Dios,
¡haz que yo sea
todo tuyo!.
Amén.
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