miércoles, 16 de mayo de 2012


abuelo y su nieta Consulta: presenció la muerte repentina de su abuela

La mayoría de tardes, cuado voy de camino al trabajo, me encuentro con una bella imagen que me llama la atención por la ternura que transmite. Se trata de un abuelo que lleva al nieto a clase. Pero eso sí, no pienses que se trata de la típica escena que podemos observar cerca de la entrada de un colegio, no. El colegio hacia donde se dirige el abuelo con su nieto le queda más o menos a unos 10 minutos desde el lugar donde nos solemos cruzar. Y ¿Sabes por qué me llama tanto la atención? Es muy sencillo. El niño que tiene unos 3 años va plácidamente dormido en los brazos de su abuelo, recostando su cabeza en el hombro derecho del abuelo.

La primera vez que vi la imagen me enterneció, las otras veces me llenaban de paz. Ahora de Dios. Veo al niño plácidamente dormido, se fía de su abuelo, se siente tranquilo, no tiene ningún problema, no tiene que caminar, “le llevan”. Y el abuelo camina tan feliz hacia su destino. De vez en cuando, retira su mirada del frente para fijarse en su nieto, para observar ese sueño tan profundo, al tiempo que, la sonrisa se le dibuja en el rostro.

La escena que resulta tan hermosa, es para mí toda una lección de confianza, de cariño y de amor. ¿Soy como ese niño que es capaz de dormirse y de abandonarse en otros brazos que no son sus brazos? Muchas veces queremos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas. Por nosotros mismos. ¿Me pongo realmente en las manos de Dios? ¿Dejo que sea él quien me guíe en mí caminar? O por el contrario ¿soy yo quien marca el camino y luego obligo a Dios a caminar por el mío?

Ponerse en las manos de Dios es abandonarte en él. Eso no significa que nos tengamos que quedar de brazos cruzados. Si creemos que Dios es amor y nos ama con todo su amor, la conclusión lógica es que podemos abandonarnos tranquilamente en sus manos, sabiendo que Él piensa en nosotros y nos cuida y quiere lo mejor para nosotros. Ponerse en las manos de Dios es lo mismo que fiarse de Dios. Es aceptar su voluntad en cada instante. Es dejarse llevar sin preguntar a dónde ni porqué. Es entregarle la responsabilidad de la vida. Algo así como firmarle un cheque en blanco. Ponerse en sus manos significa estar en permanente actitud de escucha y de apertura a su voluntad en cada momento.

Dejemos que Él piense por nosotros. Dejémosle actuar y confiemos en Él. Podemos estar seguros que será la mejor decisión de nuestra vida, porque Dios necesita tener las manos libres para hacer de nuestras vidas, de tu vida y de la mía, una obra de arte. Podemos estar seguros que el Señor nunca nos va a fallar ni nos va a engañar.

Y, en los momentos difíciles, cuando todo parezca oscuro y no sintamos la mano de Dios en nuestra vida, cuando parezca que se ha olvidado de nosotros, piensa y dite a ti mismo: “Sé valiente, ten ánimo, confía en el Señor” (Salmo 26).

Y recordad las palabras de Ignacio de Loyola:

Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.

Tú me lo diste,
a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.

                                                                                              
                                                                                 Fr. David Mª Alarcón Losa. OCD

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