- El Dedo Pulgar es el más Cercano. Así que comenzamos nuestra oración pidiendo por aquellos que están cerca. Ellos son los mas Fáciles de Recordar.
- El Segundo Dedo es el Índice. Oramos por aquellos que enseñan, instruyen y curan. Esto Incluye a los maestros, doctores y sacerdotes. Ellos necesitan ayuda divina y sabiduría para guiar a otros en la dirección correcta. Recordemos siempre pedir por ellos.
- El Tercer dedo es el Corazón, que es el más largo. Nos recuerda a nuestros líderes, a los gobernantes, a quienes tienen autoridad. Pedimos por ellos, dan forma a nuestra nación y guían la opinión pública. Ellos necesitan siempre de la Guía de Dios.
- El Cuarto dedo es el anular. Sorprendentemente es el dedo más débil, cualquier profesor de Piano puede comprobar esto. Pedimos por aquellas personas débiles, aquellos que están en enfermedad, problemas o en dolor. Ellos necesitan nuestras oraciones de día y de noche.
- El quinto dedo es el meñique, es el más pequeño. Debería recordarte orar por ti mismo. Cuando hayas terminado de orar por los primeros cuatro grupos, tus propias necesidades aparecerán en una perspectiva correcta y estarás preparado para orar por ti mismo de una manera mas efectiva.
martes, 23 de abril de 2013
Una oración en cada dedo
domingo, 14 de abril de 2013
Jesús, el Papa y la liturgia del Jueves Santo
Es tiempo de Pascua. Mientras el Pueblo de Dios celebra en la tierra la liturgia de la alegría y la paz pascuales, en el cielo, el Padre y Jesús, a su derecha, conversan amorosamente sobre la pascua eterna. Entre tanto, han enviado al Espíritu a avivar la memoria pascual en la Iglesia y en el mundo.
Pedro se acerca y con su espontaneidad y la confianza de los moradores celestes -allí no hay rúbricas que marquen protocolos ni categorías- dice.
- Yahvé, perdón, quiero decir Abbá, Padre eterno, Señor Jesús, a la puerta del cielo hay una comisión de eclesiásticos que -dicen- traen un grave problema.
Mientras Jesús hace conjeturas sobre la naturaleza del problema, el Padre, con su infinita condescendencia, invita a Jesús a recibir a la comisión. Situados en la galaxia para los asuntos eclesiásticos -la más apartada y pequeña- Jesús pregunta y escucha.
- Disculpe su Divina Majestad, "We have a problem". Ha surgido un grave problema en vuestra Santa Iglesia y deseamos saber qué respuesta autorizada podemos transmitir a la Iglesia para solucionarlo.
Jesús, en su Divina Ingenuidad, piensa que será una cuestión que relacione a la Iglesia con la solidaridad, la paz, la justicia, o el hambre...; y les anima a explicarse.
- Resulta que nuestro nuevo Sumo Pontífice, el Papa Francisco, está prescindiendo de venerables tradiciones que hemos heredado en vuestra Santa Iglesia de nuestros mayores. El como ha sido en el Jueves Santo, cuando lavó los pies a no cirstianos y mujeres, incumpliendo la rúbrica que regula ese santo rito que vuestra Divina Majestad nos dejó. Nuestra pregunta es: las rúbricas, ¿las cumplimos o no las cumplimos?
Jesús piensa: "Parece que el Espíritu Santo se deja notar por ahí abajo". Luego, un poco decepcionado pero comprensivo, dice: - Mostradme la rúbrica.
Le muestran un pergamino en el cual Jesús comienza a leer: "Viri selecti deducuntur a ministris ad sedilia loco apto parata."
- Queridos hermanos, disculpadme pero desde que Pilato me condenó a la cruz en latín y puso sobre mi cabeza el cartel con el INRI, confieso que la lengua del Lacio me trae malos recuerdos. ¿Tenéis una traducción?
Se la ofrecen y Jesús lee: "Los varones designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos...".
- Está bien, aunque se ve que el querido obispo de Roma, Francisco, que es Pastor para todos los habitantes de la ciudad, ha hecho una excepción a favor de algunas ovejas que no son de su redil y a las cuales ha querido acercarse con amor de buen pastor.
- Pero, Señor, que eso lo haya hecho precisamente el Papa nos lleva, como ha dicho un colega liturgista, al caos litúrgico.
- Recuerdo que yo ya me encontré con una situación semejante. ¿Recordáis que los apóstoles cogían espigas en sábado, y que en sábado curé al hombre de la mano atrofiada? Los fariseos me recordaron la rúbrica que mandaba guardar el sábado bajo pena de muerte. Yo afirmé una solución que podremos aplicar a este caso: "Las rúbricas están hechas para el hombre y no el hombre -ni el Papa- para las rúbricas". Yo creo que él ha actuado según un criterio de caridad pastoral.
- Señor si al menos hubieran sido personas católicas, pero ¡había una mujer musulmana! Ese rito está pensado para celebrarlo dentro de la asamblea cristiana, con los hermanos de la comunidad.
- Queridos hermanos liturgistas, yo tuve que limitar mi misión al pueblo de Israel. Pero os dejé el encargo de "ir por todo el mundo y anunciar a todos el mensaje de salvación". ¡Qué bonito mensaje salvador ese de Francisco besando y lavando los pies a una musulmana en nombre de la comunidad cristiana. Marchad tranquilos. Recordad que "amar a Dios y al prójimo vale más que todas las ofrendas, rúbricas y liturgias".
Jesús les abraza, despide y vuelve al lado del Padre Eterno.
- Abbá querido, "My Church has a problem." Perdona, pero bueno, tú hiciste también a los ingleses. Mi Iglesia, tu Pueblo, tiene un problema. Con sus muchas normas, cánones y rúbricas, piensan que el hecho de cumplirlos escrupulosamente llevará salvación al mundo.
(Fuente: Fernando de Villa a través de Periodista Digital)
lunes, 8 de abril de 2013
Síntesis Mariana
Presenta lo más brevemente posible el papel maravilloso de colaboración confiado a María en la economía total de nuestra salvación. Si se quiere, puede utilizarse en el acies como acto colectivo de consagración, o -si se omite el primer párrafo- en otras ocasiones.
Reina nuestra, Madre nuestra:
La pausa momentánea delante de tu estandarte nos dio tiempo sólo para una declaración breve de nuestro amor.
Ahora tenemos más libertad para dejar que nuestros corazones se expansionen, y conviertan ese pequeño acto de consagración en una profesión más plena de nuestra fe en ti.
Nos damos cuenta de la inmensidad de nuestra obligación para contigo.
Tú nos diste a Jesús, fuente de todo nuestro bien.
Si no fuera por ti, estaríamos todavía en la tiniebla de un mundo perdido, de un mundo bajo la antigua sentencia de muerte.
De aquel extremo de miseria ha querido rescatamos la divina Providencia.
Fue de su agrado hacer uso de ti en ese misericordioso designio, asignándote una parte que no podía ser más noble.
Aunque dependiente en absoluto del Redentor, tú fuiste constituida su compañera, acercándote a Él más que criatura alguna, y hecha indispensable para su obra.
Desde toda la eternidad estabas tú con Él en la intención de la Santísima Trinidad, participando en su destino:
preconizada con Él en la primera profecía, como la Mujer de quien Él nacería; asociada a Él en las súplicas de cuantos esperaban su advenimiento;
unida con Él por la gracia mediante tu Inmaculada Concepción, que portentosamente te redimió;
acompañándole en todos los misterios de su vida mortal, desde el mensaje del ángel hasta la cruz;
establecida con Él en la gloria por tu Asunción;
sentada a su lado en su trono y administrando con Él el reino de la gracia.
Entre todo el género humano, eras tú la única bastante pura y fuerte en la fe y en el espíritu para ser la nueva Eva, que, con el nuevo Adán, se tomaría el desquite de la Caída.
Tu oración, llena ya del Espíritu Santo, trajo a Jesús a la tierra.
Tu voluntad y tu carne le concibieron.
Tu leche le nutrió.
Tu amor sobrehumano le envolvió, y le hizo crecer en años, y en fuerza y sabiduría.
Tú, en verdad, moldeaste a quien te hizo a ti.
Y, al llegar la hora ordenada para el sacrificio, tú, en el Calvario, entregaste libremente al divino Cordero a su misión y muerte redentora, sufriendo con Él la plenitud del dolor, semejante al suyo.
Dolor tal, que hubieras muerto juntamente con Él si no estuvieras reservada para poder velar sobre la Iglesia naciente.
Habiendo sido por todo el curso de la Redención su ayudante indispensable, no has sido menos necesaria para Él en la economía cristiana.
Tu maternidad se extendió para recibir a todos aquellos por quienes Él había muerto.
Haces el oficio de Madre para la humanidad, lo mismo que para Él, porque somos uno en Él.
Cada hombre queda encomendado a tus pacientes desvelos, hasta que, por fin, lo engendras tú a la vida eterna.
Así como fue ordenado -para el cumplimiento del plan de nuestra salvación- que tú fueses instrumento en cada una de sus partes, así se ordenó que tu estuvieras incluida en nuestro culto.
Hemos de apreciar lo que tú has hecho,
y mediante nuestra fe, nuestro amor, nuestro servicio,
hemos de procurar reconocerte debidamente.
Habiendo declarado de este modo la magnitud y la dulzura de nuestra deuda para contigo,
¿qué más hay que decir, sino repetir de todo corazón: "Somos todo tuyos, Reina nuestra, Madre nuestra, y, cuanto tenemos, tuyo es"?
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